
Dijimos en un post anterior que uno de los principales valores que el abogado ofrece a su cliente es el valor de la tranquilidad, y eso está asociado a otro concepto, el de confianza. Cualquier persona se siente tranquila cuando confía en otra, y es la confianza la que permite calmar la ansiedad del cliente, el “saber que se está en buenas manos”. Pero ¿Cómo generamos confianza en nuestros clientes?, no es una tarea fácil. Por eso los abogados debemos ser expertos en generar confianza en las personas que atendemos, lo que forma parte de una técnica y un arte que pueden ser aprendidos, dado que hay ciertos principios básicos de las relaciones humanas que facilitan que entre dos personas se genere un vínculo de confianza.
Expertos en generar tranquilidad.
Es importante tener presente que la confianza es un vínculo que no se genera de inmediato. Es muy raro que conozcamos a alguien y de inmediato tengamos confianza en esa persona y queramos contarles nuestros secretos, inquietudes y angustias. En el caso de los abogados, los clientes van a ver a un determinado profesional porque les fue recomendado, o vieron alguna publicidad sobre sus servicios; sin embargo, en la primera entrevista que el posible cliente tiene con el abogado, no podemos afirmar que ya se ha generado un vínculo de confianza entre ambos. Dicho vínculo se va creando con el paso del tiempo, en la medida que se genera una relación entre el cliente y el abogado. O sea, como es un vínculo y no un acto único, la confianza requiere de una serie de actos para ser generada. Tales actos son verdaderos “depósitos” que van generando y luego fortaleciendo dicho vínculo de confianza.
¿Cómo se genera la confianza?
Como somos los abogados los interesados en captar la confianza del cliente y así ofrecerles servicios de calidad, somos nosotros quienes debemos tener la iniciativa en efectuar tales “depósitos”. Ello implica que nosotros debemos dar los primeros pasos para generar tal lazo de confianza. Estos depósitos son actos sencillos, que emanan del sentido común y que se esperan en cualquier relación humana marcado por el mutuo respeto; tales como:
- Ser puntal en las reuniones;
- Cumplir los plazos de trabajo que se prometieron;
- Informar periódicamente al cliente del estado de sus asuntos;
- Vestirse adecuadamente, conforme al rol profesional que ejercemos
- Tener un lenguaje adecuado al de nuestro interlocutor.
- Cumplir con las obligaciones legales y tributarias que implica el servicio profesional prestado.
Éstos son solamente ejemplos de cómo cómo los abogados necesitamos ir generando y consolidando ese delicado vínculo de confianza con nuestros clientes. Lo cierto es que ese vínculo también puede ser roto, cuando una de las partes en la relación profesional incumple alguna de las promesas efectuadas, ya sea expresa o tácitamente. De esto último trataremos en nuestro próximo artículo.
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